Este prejuicio deriva de la ignorancia sobre la práctica terapéutica y su sentido; y del temor de ser socialmente “etiquetado” como loco. Surge en un medio social ignorante. Tiene la función de transmitir un saber a partir de los fenómenos más observables (la locura es la más evidente de las patologías desde la antigüedad, cuando cualquier enfermedad era tachada de locura) sobre la atribución de un rol social. A partir de la educación y la difusión de la Salud Mental, hay más información disponible sobre la función de un terapeuta del campo psicológico, aún así, en ciertos sectores sociales, especialmente en medios rurales y con poca población, este prejuicio perdura, ya que el temor al etiquetamiento aún se mantiene vigente. En cierto sentido, el radicalismo y la deformación de algunas corrientes en psicología ha contribuido a sostener en el tiempo esta distorsión, unido al tardío nacimiento de ésta y a su tardío nombramiento como ciencia.
- "Yo puedo solo, no necesito ayuda de nadie"
Radica en la autosuficiencia. Según este prejuicio, asistir a terapia implica reconocer una debilidad personal o una incapacidad para enfrentar las exigencias de la vida. Responde a la idea cultural e irracional de que “la vida es una lucha”, que se desprende del precepto darwiniano de “la supervivencia del más fuerte, del más capaz”. Esto implica que aquellos que solicitan asistencia o ayuda de un profesional no son socialmente competitivos. También implica una negación de las propias necesidades y con ello, de las potencialidades de las personas. Dicho prejuicio resulta insostenible frente al hecho de que quienes han atravesado un proceso terapéutico se reconocen en sus capacidades y dificultades y obtienen una mayor satisfacción de su ambiente.
- "¿Qué sabe ése de mí?"
Para ofrecer cualquier tipo de ayuda psicológica es necesario participar íntimamente en la experiencia personal, para desde allí ofrecer una respuesta o una posible solución al dilema. Es un prejuicio por el hecho de que un terapeuta indaga el modo en que la persona vive, observando los procesos que tienen lugar y todos aquellos detalles que pudieran ser relevantes, y no únicamente se basa en los hechos o contenidos propios de la experiencia subjetiva narrada por el paciente.
Este es un típico error de interpretación ligado al punto anterior. Es común, por ejemplo, que los pacientes adictos pregunten a sus terapeutas si consumieron cocaína, y si no lo hicieron, qué autoridad tienen para opinar sobre algo que no conocen. Un terapeuta se pregunta ¿por qué esta persona necesita drogarse? Y no ¿cómo es estar drogado con tal sustancia? Se trabaja en el campo de la finalidad de la conducta, no en el de la sensación entendida como tal.
- "Veinte años para terminar igual..."
Esta idea se vincula a ciertas prácticas terapéuticas de larga duración y habitualmente es anunciado por personas que no vivenciaron un proceso terapéutico. Denota cierto desprecio a modo de autoafirmación para evitar el reconocimiento de la propia ignorancia sobre la materia. En parte, han colaborado con este prejuicio algunas prácticas en las cuales la duración del proceso no está determinada. Lo primero que el terapeuta debe manifestar al sujeto es que la psicología ni es milagrosa ni cura todos los males de forma radical, sino que ayuda a controlar y a saber convivir con aquello que nos causa problema de una forma más placentera y para ello, se lleva tiempo, dependiendo de lo arraigado que esté el fenómeno en la vida cotidiana del sujeto y de lo positiva que sea la actitud del paciente hacía la terapia y también, por supuesto, de la profesionalidad y de los conocimientos que posea el terapeuta.
Este prejuicio tiende a desaparecer con la inclusión de distintos servicios de Salud Mental en los Hospitales públicos. Históricamente, se ha vinculado la práctica
de la Salud Mental al ejercicio privado y a un elevado costo. Probablemente esto se deba a la escasa difusión
y promoción pública que hacen los servicios de salud acerca de la psicología en sus instituciones.
de la Salud Mental al ejercicio privado y a un elevado costo. Probablemente esto se deba a la escasa difusión
y promoción pública que hacen los servicios de salud acerca de la psicología en sus instituciones.
Hay varias vertientes que alimentan este prejuicio, pero me limitaré a examinar una de ellas. Una creencia popular de tipo mágica consiste en el proceso de permeabilidad según el cual, si una persona está durante mucho tiempo en contacto con determinados fenómenos, éstos terminan por afectarla. Según este prejuicio, la mayoría de los pacientes de un terapeuta, son personas con psicosis que lo “contagiarán” más tarde o más temprano. Por otra parte, pareciera que el terapeuta no tiene más contactos en su
vida que estos pacientes. Aquí no sólo se observa una gran ignorancia en relación con los procesos psicológicos y una vinculación con el primer punto expuesto, sino que además se muestra el temor que las personas desarrollan en relación con la locura, manifestando uno de los miedos básicos, que es el temor a la pérdida de la identidad.
vida que estos pacientes. Aquí no sólo se observa una gran ignorancia en relación con los procesos psicológicos y una vinculación con el primer punto expuesto, sino que además se muestra el temor que las personas desarrollan en relación con la locura, manifestando uno de los miedos básicos, que es el temor a la pérdida de la identidad.